Con este día helado me bañe, sí sí aunque ya desvestirme es casi un tarea titánica sin sentir que soy Jack en pleno Oceáno Atlántico... Abrí primeramente la ducha bien caliente, y segundo después siento estar en un spa, vapor y sensación de comodidad.
Entro a ducharme y la felicidad plena se hace presente en mí. Sí sí, ese calorcito que borra todo rastro de frío y de paso da masaje reparador después de un día de laburo.
Ahora el ambiente esta cálido y hasta ni ganas de salir ni terminar este "spa casero y sencillo", pero lo bueno tiene un fin, o no!?!?! Momento de cerrar la canilla y sentir como de a poquito el ambiente de se torna helado. Piedad!!! Por qué?! Y concluyo casi catárticamente que la ducha nos demuestra que la felicidad puede abrazarte cálidamente en un momento y en otro simplemente irse y dejarte helado... Pero los intermedios de esa felicidad (y diría cualquier otra también) son la causa de seguir intentándolo, de, como en este caso, seguir bañándome, y no solamente por higiene, sino por vivir esa experiencia una y otra vez.
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