Ayer, con unos amigos con un poco de años más y muchas experiencias a cuestas, hablábamos de como y con quiénes teníamos paciencia. Pero no la paciencia de esperar, sino la paciencia que viene desde el afecto desinteresado "supuestamente".
La mayoría coincidíamos en dar prioridad a aquellos amigos realmente merecedores de nuestro afecto honesto y sincero, y no a aquellos que solo aparecen en momentos de necesidad sin siquiera preguntárnos sí estamos bien... Obviamente no son amigos son allegados ventajeros por denominarlos de alguna forma.
Reflexionaba entonces en las personas que nos rodean, muchas de ellas conocidas, amigos creo contarlos con los dedos, y como yo ejercía esa paciencia. Y me he dado cuenta, y a través de muchas situaciones, que solo apunto a dar prioridad a quien nos apoyan, a quien nos valoran y aceptan en lo bueno y lo malo con todas nuestras virtudes y falencias. El resto, y parafraseando a Moria Casán, es decorado, es simple derredor eventual... Son mientras tanto, y por como soy de caracter y sabiendo a quien quiero realmente en vida, esas personas no me hacen falta, pasarán (como muchos) tomará aquello necesario pero yo me quedaré con la conciencia tranquila y corazón contento de estar rodeada de seres humanos valorables y con valores.
La paciencia es un don difícil de encontrar pero tan también es un don difícil de brindar, más cuando las experiencias te van abriendo los ojos... La paciencia se riega día a día sin ahogarla. Sí se ahoga no sirve y saca a flote realidades escondidas.
Me brindo a quien sabe aceptarme y no me juzgas ni tampoco (como es común hoy día) desaparece. Doy paciencia a quien está, así de simple. Las cosas y las personas de "a momentos" no valen siquiera la pena o ni valen una mirada.
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